Es la madrugada de un lunes de verano. Del verano que ayer empezó, y que espero que en esta oportunidad se presente de manera agradable, o sea que casi no haga presencia. Ideal sería que solo llamemos a ésto verano por una cuestión temporal pero solo para clasificar estos tres meses en alguna categoría, y que verano no signifique calor, sino simplemente relajación completa, y vacaciones. Me provoca gracia que me haya sentado a escribir justo igual que hace un año, un 22 de diciembre. Para ese entonces estaba en algunas cuestiones en una situación similar, había terminado la última recta del ciclo escolar con gran nivel de estrés y cansancio, y en el momento en que me distendí, me calme y disfrute de la paz del no hacer nada, me agarró algo de miedo.
Y esta vez me pasó parecido. El miedo apenas apareció, porque creo que vivía en un par de pensamientos muy rotativos y confusos que flotaban en mi mente, pero la verdad es que no me alienó, no me asusté como sí me ha pasado en una multitud de veces en que había una pausa de actividad en mi camino, y al notar una sensación diferente podía estar googleando rápidamente que significaba que mi cabeza pareciera estar recién llegada de un viaje a una realidad paralela y no me daba señales de orientación, y mi cuerpo pidiera seguir en reposo, aunque las horas pasaran. Todo eso esta vez no sucedió, sino que me deje volar en la confusión. Ahora sé que algunas cosas se entienden solo después de haberlas transitado, y para mí, que soy intenso y neurótico, y necesito analizar incluso mis momentos positivos, me cuesta mucho más.
Y por eso no es casualidad volver a tener la misma idea de escribir una entrada evaluando mi año entero justo en el mismo momento, un año después. Porque el proceso, en este tramo, fue parecido. Mis momentos de desorientación suelen desembocar en análisis.
Fue bueno ya haber recalcado lo parecido, porque todo el resto fue diferente.
Si mi 2013 fue puro movimiento, 2014 también, pero fueron distintos. Mientras que en el primero toda la actividad fue externa, el segundo fue un período en el que hubo un terremoto interno. Todas las piezas se movieron dentro mío.
Nada quedó igual. Después de haber pasado por una depresión consistente en pensamientos fatalistas, ataques de ansiedad y rayones inexplicables, todo es diferente una vez que se supera.
La imagen de todo aquello quedó grabada. Cuando me levantaba a las 6 de la mañana para trabajar todo el día repartiendo volantes, combatiendo el frío y lo que peor me hacía en aquel momento, la soledad, y para colmo escuchando Lorde y conectándome profundamente a su verso nihilista.
Esos bloqueos inexplicables, en los que no podía explicarle a nadie lo que me pasaba, el malhumor me consumía hasta convertirme en un tormento de ira y envolverme en las frazadas.
Y lo peor, como quedó firmemente atestiguado en este blog, mi angustia que se traducía en síntomas corporales, brindándole a mi obra social algo así como la mitad anual de las ganancias, por un sinfín de alucinaciones de mi conciencia abatida de tanta oscuridad.
Creo haber superado todo eso, que ahora entiendo que me hizo crecer enormemente. Y momentáneamente son pocos los pensamientos que me perturban hasta hundirme, porque ya los he ahuyentado antes de que puedan posarse en mi e inyectarme su veneno de pasividad y desgano.
Ahora pienso mi año como en dos mitades, y es por ello que cuando todos hablan de que el tiempo pasó rápido yo puedo darles la razón pero aun así explicarles que para mí este año ha sido largo.
Los cinco meses no pertenecientes al padecimiento de problemas mentales, fueron una escalera de desafíos que me llevaron al lugar donde estoy hoy. Porque cuando lo emocional cesó, los conflictos reales aparecieron en forma de responsabilidades y tensiones.
Pero ahora estoy contento de ya haber trascendido por todo ello. No tengo razón para volver a poner un dedo sobre algo relacionado con la publicidad y felizmente puedo evitar a todas mis compañeras con retrasos madurativos.
Me siento limpio. Siento que ahora casi todo depende de mí, y eso me da la posibilidad de esquivar el veneno.
Creo haber encontrado que parte de mi felicidad depende de la libertad y de la conciencia, la auto conciencia, y la global y social.
Me acuerdo como este año cada vez que me sentía agotado de estar mal escuchaba Drowned world/Subtitute for love y me sentía instantáneamente recargado con un poco de fe. La letra hablaba del reemplazo del amor, si debía esperar por él. Al principio creía que ese reemplazo para mí era el arte.
Luego pensé que era la lucha.
Ahora creo que es una combinación de ambas. Y eso en conjunto es en definitiva lo que creo que es mi misión en el mundo. Creo que no hay mejor arma para luchar que el arte.
Si todo este camino me ha llevado a descubrir algo tan increíble, entonces ha valido la pena.
1 comentario:
aplaudo de pie! adios publicidad, hola munnnnnnnndo!♥
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