lunes, 31 de agosto de 2015

De consciencia y dependencias

Ni bien abordó el micro y yo comencé a caminar sin compañía, aparecieron todas estas preguntas en mi cabeza, preguntándome en dónde estaba yo, y por qué me había ido. Mi consciencia me estaba dando la bienvenida de regreso a mi neurosis.
Me pregunté, por qué mientras estaba con él me sentía tan disperso. Él se fue y note que yo estaba perdidísimo, y tal como se lo había comentado (porque ahora no me quedo adentro con lo que me hace mal), mis últimas semanas habían sido muy intensas y había vivido cada día sin planificar más que el siguiente, sin proyecciones futuras de más de 24 horas.
Por eso, siendo el domingo del fin de semana que había esperado tanto para verlo, y el momento era bastante próximo a la hora en que emprendía su vuelta, me fastidie notablemente. Era otro momento en que yo cambiaba la cara y él me preguntaba qué me pasaba.
Pasaron varios minutos y regurgité todo lo que venía conteniendo. Claramente no había manera de obtener una experiencia satisfactoria de la instancia en que lo que le comentas al otro es que básicamente estas perdido con tu vida y miras tu semana y la ves blanca y vacía, y cuando me lanzó sus opiniones no había manera de no sentirme un inútil, pero me sentí justamente útil luego, en el momento en que me arriesgué y confesé; que mi problema es que tiendo a la dependencia, y que lo hago inevitablemente, de manera casi inconsciente. Por eso había vivido cada día de mi semana anterior angustiado pero a la vez alivianado al recordar que cada día de opresión interior era un día menos para el día de verlo. Y ese esquema, no es más que calcado de algo que padecí con otras personas.
‘’Oh, mi cabeza es un desastre, pero voy a esperar a ver a X persona para recibir sus opiniones y a partir de eso formaré las mías’’. Eso es básicamente mi mente casi todo el tiempo, en lapsos en donde soy consciente de ello, y en lapsos en los que no.
Esta vez fue un logro abismal para mí, porque no solo me percaté, sino que lo hice mientras la persona que me acompañaba seguía a mi lado, y pude hasta procesarlo lingüísticamente para expresarlo vocalmente.
Y lo que reafirmó todo lo que me pasa aún más, fue que en cuanto retorné a la soledad, me reencontré con mis planes. Estaban ahí pero me había olvidado, o habían perdido fuerza y sentido en la presencia de un otro.
Esta odisea comenzó en cuanto note que no había dado el primer paso en el cemento de ciudad universitaria durante el segundo cuatrimestre y ya palpitaba en mi pecho una sensación constante de lobreguez y tristeza. Como si realmente no quisiera estar ahí, como después constaté efectivamente en cada ocasión en que me encontré atrapado en los pupitres de las aulas de semiología y sociedad estado. Lugares en que sentía que el contenido brindado me nutría, aunque sin embargo salía de ahí… mal, simplemente mal. Híper confusas eran las vueltas en colectivo, donde me ahogaban mis contradicciones, ¿qué clase de persona se siente interesado por lo que dicta una materia pero le hace mal estar en ese lugar en donde se dicta?
No haber comenzado proyectual 2 no había sido suficiente, decisión que ya había tomado ni bien empezada la cursada. Había creído que tal vez el motivo de tanta angustia fuese la cantidad aberrante de horas que paso en aquellos edificios grises. Pero el día que tenía dos materias y tuve que quedarme irremediablemente odiosas seis horas en una de aquellas aulas anaranjadas, espaciosas y marchitadas, fue experiencia suficiente para plantearme firmemente otra posibilidad vital.
Era otra experiencia similar a las materias teóricas, pero aún más explícita, porque estaba dibujando. Dibujar si bien no me causa el éxtasis que me generaba cuando era más chico, hasta el día de hoy sigue siendo algo que disfruto siempre. Y allí me encontraba, trazando líneas sobre una a4, y gozándolo, pero sin embargo con los auriculares calzados como medio para transportarme a otra realidad… no, no lo estaba tolerando, estar ahí dentro me parecía agobiante. Necesitaba imaginarme playas y fiestas (esto es real) para sobrellevar mi entorno basado en una mesa, una banqueta, y decenas de alumnos concentrados en figuras geométricas de telgopor.
Desde ahí en adelante mis días se basaron en pensar en posibilidades, analizar y analizarme de cada manera posible hasta encontrar respuestas. Pasadas instancias catastróficas como considerar universidades privadas, y tener reiteradas peleas con mi mamá con forcejeos de puertas de por medio, más o menos me garabatee un plan.
Pero esta vez, decido no decirlo. Más bien quiero dejarme en claro a través de no dejarle en claro a nadie, que puedo volver a cambiar. Porque esa firmeza que pongo en mis decisiones es la que me causa el morbo de merodear en dudas, y creo que dejar mis opciones dubitativas tal vez sea la clave para capturar más fácilmente mis deseos a través de mis instintos.
Siento que debo estar firmemente conectado conmigo mismo para poder sobrellevar todo, y no puedo dejar más que las opiniones ajenas me ataquen hasta tambalear la noción de la coherencia de mis decisiones, me voy a capturar en una esfera distante, y voy a encontrar la manera de mantenerme físico mientras otros seres me observan.

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