sábado, 6 de diciembre de 2014

Épico

Las cosas estaban claras. Yo no había tenido suerte. Fue una mala racha bastante evidente de sucesos no graves, pero desafortunados.
El no haberme poder inscribido en la facultad, la tensión emocional provocada por la dispersión de mi grupo de amigos y ya no amigos de la que ya he hablado, y el hecho halagador de todas mis teorías sobre esto último, no haber tenido un último día de clases decente. Que se sumaría a tampoco haber tenido buzo, fiesta ni viaje de egresados.
Cuestiones en realidad más impuestas por el dogma social sobre lo que es un último buen año, que lo real, pero sin embargo, pequeños detalles que ayudan a decorar un poco un momento a veces difícil de transitar.
Yo ya lo recorrí todo, habiendo tenido unos altibajos bastante notables, y habiendo pasado por pensamientos bastante fatalistas y desoladores. Sin embargo, ya está. Soy feliz con la idea de que tengo todo muy claro, y sé quienes me acompañaran al costado, algunos más cerca que otros, y también quienes no aparecerán más, o al menos eso espero.
El martes pasado me derretía ante la completa libertad, yacía en mi cama pensando que ya otra cosa más había terminado, cuando el lunes había entregado el último trabajo de todos, la maqueta más grande, compleja y laboriosa que había hecho en estos seis años.
¿Y ahora qué?
Sucede que en dos días puede cambiar todo, o tan solo en uno, e incluso algo o todo, puede cambiar en cuestión de un pequeño momento, corto en tiempo pero grande en efecto.
El jueves fui finalmente al cine a ver Sinsajo, película que necesitaba ver tanto por mi afición por las películas apocalípticas como para observar con lujuria a Josh Hutcherson.
Faltaba algo menos de una hora para la función, y con el amigo que me acompañaba nos sentamos en las escaleras que estaban dentro de las instalaciones para esperar que fuese momento de entrar a la sala.
Nos sentamos primero en las escaleras que estaban pegadas contra una pared, pero luego fuimos corridos por el guardia de seguridad hacia las otras escaleras, alojadas en la zona de la pared opuesta.
En ese momento, mientras conversábamos, una chica, vestida de ropa suelta y con el pelo teñido de una mezcla entre rubio y castaño como quien mezcla los colores para no aburrirse con uno solo, depositó su cuerpo juvenil un escalón más arriba del nuestro, atiborrando la espera usando el celular.
Nosotros conversábamos sobre nuestras carreras, la que el ya cursó un año y la que yo planeo empezar, más específicamente sobre las tesis, sobre la que él tiene que realizar cuando termine, a lo que yo respondía con un alivio algo confuso que yo no creía tener una que hacer.
Ahí fue cuando la chica dijo algo:
-Todas las carreras tienen tesis.
-¿Todas? ¿Las de la UBA también? - le contesté yo asombrado pero igualmente agradecido.
La chica empezó a narrar como ella había estudiado la misma carrera que yo quiero comenzar, diseño de imagen y sonido, y aparte se había formado en otra universidad de la que yo ya había escuchado hablar, la ENERC.
-¿Esa es en la que entran solo diez por año?
-Sí, pero yo creía que no iba a entrar como vos, y entré - dijo mientras la gente se paraba para entrar a ver la función, y ella los imitaba.
Y en ese mismo momento, comentó que la inscripción para el año entrante era ese jueves mismo, me cuestionó con gracia qué hacía en el cine y no anotandome, y bajó por otras escaleras hacia la sala de su película.
Yo solo pensaba en una cosa pero ya había pagado la entrada, quería realmente ver esa película y no iba a dejar colgado a mi amigo.
Gracias a la magia de tener internet en el celular, pude constatar que en algo la chica se había equivocado, ese día era la inscripción para solo dos de las siete especialidades que tiene la universidad, y una de que las que a mi me interesan más, tenía como día asignado el viernes.
Es así como dejé de lado mi enemigo principal, mis pensamientos, que me habían traído tanta angustia y fastidio en los momentos de interminable indecisión, y me lancé.
Me sentí tan vivo y ridículo. Estaba yendo el viernes al mediodía, día de la entrega de diplomas a una universidad de la que no sabía casi nada a anotarme, no teniendo los papeles en forma ni sabiendo precisamente hacia donde iba.
Pero una vez en mucho tiempo sentí tener todos los planetas alineados, me anote y fue facilisimo, la calidez que halle fue mucho más similar a la escuela a la que tendría que concurrir tres horas después que en la UBA. Luego tenía que ir a comprar la camisa, que la conseguí en el primer local al que entré. La vida me sonreía, y lo sentí el día entero, cuando mi profesora adorable pero sin embargo con una innegable perversidad que posee cualquier publicista que viva, enunciaba las palabras del discurso a los egresados. Y yo ya me sentí distinto. El cielo tenía otro color, el clima me dispersaba en nuevos sonidos. Sentí que la epicidad que recibía cuando veía la tercera parte de Los juegos del hambre se había inmiscuido al menos un día en mi vida. Un día concreto y épico.
Hasta que la fiesta a la que fuimos después terminó con mi mejor amiga vomitando en el remis de vuelta. Pero bastante épico.
Ahora estoy incripto en la carrera de guión, tengo quince películas que ver, mil textos que leer, la secundaria ya terminada y un verano por delante y yo solo en mi cabeza siento un ¿¡¡¿¿QUE??!? enorme.

1 comentario:

Hiperbólica dijo...

ESPECTACULAR!
me parece genial lo que te pasó. Pero genial mal, eh, se alinearon los planetas, ahora vas a entrar a guión (A GUIÓN!! DONDE TENÉS QUE ESTAR DESDE SIEMPRE!!!) por una casualidad loca... decime si ya eso no lo dice todo? si te hubieras sentado en un banco como una persona normal (?) o hubieras decidido ver la peli el día del estreno, nada de esto hubiera pasado... estoy contenta por vos, y te extraño, y te quiero, y estoy contenta por vos! ♥